Historia Alternativa
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En enero de 1872 se produjo un intento independentista filipino protagonizado por fuerzas nativas de artillería e infantería de marina de guarnición en el Fuerte de San Felipe y en el Arsenal Naval de la ciudad de Cavite, la segunda ciudad más importante de las Filipinas.

La insurrección duro unos escasos tres días y fue reducida, después de fuertes combates, por las autoridades españolas de la colonia con una contundente actuación de la Marina y del Ejército que consiguieron aislar los focos rebeldes, impedir la sublevación general de Manila y de otros puntos de la Isla de Luzón, y acabar con la sublevación en pocas horas. Este intento independentista se le conoce como la Algarada de Cavite.

Antecedentes[]

Un año antes, el Gobierno nombró como Virrey de Filipinas, al teniente general Rafael Izquierdo Gutiérrez, un veterano con amplia experiencia en combate y en mandos coloniales. Su misión consistía en aplicar las reformas administrativas encaradas por la metrópoli.

Cavite

Tropas sublevadas en Cavite

Situación[]

La situación del archipiélago era conflictiva. Los problemas se complicaban debido a la escasez de medios de defensa para un territorio tan amplio, fragmentado y heterogéneo como era el Vyrreinato. La seguridad del archipiélago se basaba en fuerzas del Ejército y de la Armada compuesta por tropas indígenas mandadas por oficiales y suboficiales europeos, en un número manifiestamente escaso para hacer frente a posibles agresiones tanto externas como internas en un archipiélago compuesto por más de 7.000 isla, con una población multirracial, con diferentes creencias religiosas, con más de treinta dialectos distintos, con culturas e intereses muy diferentes que generaban múltiples y continuos conflictos entre las diferentes razas y clases sociales y que apenas se sentían integrado en la cultura española.

Fuerzas[]

El Ejército destacado en la colonia en 1872 lo componían unos 10.500 hombres agrupados en ocho regimientos de Infantería, un regimiento de Artillería con dos batallones, dos escuadrones de lanceros de Caballería, un batallón de Ingenieros, tres tercios de la Guardia Civil y un llamado resguardo de Carabineros.

La Armada se concentraba en la Isla de Luzón, en la capital, Manila, y Cavite, con pequeños destacamentos en las islas Visayas, Mindanao y Joló. Contaba con un único apostadero situado en esta última ciudad, el Apostadero de Cavite, situado en una antigua isla de muy difícil defensa, tanto por tierra como por mar, a pesar de contar con un fuerte exterior de defensa, el Fuerte de San Felipe, y un baluarte exterior, el Baluarte de Guadalupe.

Para la defensa del archipiélago y protección contra los piratas, la Armada disponía de una escuadrilla de buques que, excepto la fragata de hélice Berenguela, solo se consideraban útiles para misiones de patrulla, vigilancia de costas, control de la piratería, transporte de tropas, etc., pero que eran manifiestamente inútiles para enfrentarse como unidades de combate a otras escuadras de extranjeras. Estaba formada por un reducido número de unidades del tipo fragata, corbeta y goletas de propulsión mixta y a vela, sin protección ni blindaje alguno, y un grupo de unidades menores de tipo cañoneras y lanchas artilladas para control de las zonas costeras y de interior. Las unidades del primer tipo era un total de 10 con una dotación de unos 1.200 hombres y que estaban el mando del capitán de navío Alejandro Arias Salgado Téllez, comandante de la fragata Berenguela. Las unidades menores de apoyo eran un total de 7 cañoneras y una veintena de lanchas y falúas artilladas empleadas para vigilancia fluvial, mandadas por el capitán de navío Juan Martínez Illescas Egea, jefe del apostadero de Cavite.

Cavite oficiales

En enero de 1872, el mando de la comandancia general del apostadero de Filipinas lo ostentaba el contralmirante Manuel Mac-Crohon Blake, gaditano con experiencia en las colonias. Por ausencia de Mac-Crohon, y de Martínez Illescas, que se encontraban dirigiendo una nueva operación de castigo contra los piratas en Joló, el mando accidental de la comandancia del apostadero durante la algarada lo ejercía el capitán de fragata Manual Carballo Goyos quien, por los méritos contraídos durante la defensa del arsenal, seria ascendido a capitán de navío.

Las fuerzas de infantería de marina del arsenal estaban compuestas por dos compañías con un total de unos 400 hombres, en su mayoría indígena, aunque la oficialidad y la mayor parte de los suboficiales eran españoles.

Reformas[]

Las reformas administrativas dictadas por el Gobierno para la reorganización de los diferentes ramos de actividades de los arsenales navales para que se adecuaran a las necesidades del servicio fueron muy mal recibidas en las Filipinas. En Cavite, por las nuevas disposiciones, los obreros del arsenal, la mayoría de ellos nativos, perdían privilegios que tenían desde antiguo como eran la no sujeción al pago de tributos y a la prestación personal.

Absolutistas[]

Los primeros en protestar fueron algunos funcionarios y religiosos españoles como el teniente Montesinos, el oficial de la administración militar Morquecho, el religioso Antonio Rufián y Gómez, prior del convento de los padres recoletos de Cavite. Todos ellos se opusieron a la aplicación de las nuevas disposiciones, aunque su protesta se debía más a su ideología, ya que eran partidarios del absolutismo, que a las nuevas disposiciones. Rápidamente se unieron a la protesta grupos diversos de filipinos que pretendían un movimiento independentista que acabara con la administración española y declarara la independencia del archipiélago.

La conjura, extendida solamente a las provincias de Cavite y Manila, contaba con dos tramas, la civil y la militar. En la confabulación militar participaron varios sargentos mestizos que se encargaron de soliviantar los ánimos entre la guarnición de los artilleros del Fuerte de San Felipe y entre la guarnición de infantería de marina del apostadero.

La parte civil del complot la encabezaban los religiosos nativos José Burgos, Marino Gómez y Jacinto Guevara junto a varios abogados nativos, el dirigente local Eduardo Camerino que había sido indultado por el Capitán general anterior y algunos comerciantes locales.

Plan[]

El plan consistía en aprovechar la salida de la flota para Joló, con el grueso de la Infantería de Marina, con el comandante general del apostadero, contralmirante Mac-Crohon, y el capitán de navío Martínez Illescas, provocar un incendio en el barrio conocido como Tondó en Manila para crear la suficiente confusión entre las autoridades de la colonia y así permitir la sublevación del regimiento de Artillería de Manila y la ocupación de la fortaleza de la Real Fuerza de Santiago en la capital. Por su parte, en Cavite, unos disparos de cañón serían la señal para que se sublevaran las fuerzas indígenas del regimiento de Artillería del Fuerte de San Felipe y la Infantería de Marina del arsenal. A estos sublevados se le unirían unos 500 civiles armados al mando de Eduardo Camerino. La fecha elegida era la noche del 21 de enero de 1872.

Se descubren los planes[]

Los planes subversivos llegaron a conocimiento de las autoridades españolas que tomaron las medidas adecuadas para su neutralización. En la mañana del día 19 de enero, el jefe accidental de la Comandancia de Cavite, capitán de fragata Manuel Carballo, recibió dos escritos anónimos donde se denunciaba una sublevación contra los españoles que debería estallar simultáneamente en Manila y en Cavite. Los autores se declaraban naturales del país, el primero indicaba el día y la hora de inicio del golpe. La hora elegida, 12 de la noche del domingo 21 de enero de 1872, quedaba solo supeditada a que el vapor Valiente, con fecha de salida prevista para ese día, esté suficientemente alejado del Arsenal. En el segundo se revela cómo se dará la señal de inicio, que el motín lo encabezarán el religioso José Burgo en Manila, y los sargentos y cabos indígenas de Artillería e Infantería de Marina en Cavite, las razones por las cuales se había elegido el momento de la revuelta que no era otra que la ausencia de la escuadra enviada a una nueva expedición de castigo al archipiélago de Joló, y propone como solución inmediata guarnecer los fuertes de Manila y Cavite con soldados españoles.

Carballo, a pesar de no dar crédito alguno a los anónimos recibidos, los puso inmediatamente en conocimiento del Virrey de las islas y procedió a tomar una serie de medidas preventivas en el Arsenal, procurando evitar alarmas, pero huyendo de una ciega confianza en la cual pudieran ser sorprendidos.

Dispuso que todas las guardias fueran dobladas y que estuvieran mandadas por los oficiales y suboficiales europeos, que en el cuartel de infantería de marina se incrementase la vigilancia, durmiendo en él su capitán y dos subalternos. Dando las instrucciones precisas para el caso de alarma y que las rondas por los buques se hicieran de manera rigurosa, con el arma cargada y lista. Asimismo, se ordenó la pernocta en el arsenal de todo el personal militar, incluido las tripulaciones de los buques que estaban siendo carenados, con todas las armas alistadas, municionadas y repartidas a cada uno de los defensores.

También se puso en estado de alerta a los buques existentes en ese momento en el apostadero que, ante la ausencia de la escuadra, eran los cañoneros Samar y Belusán y la goleta Santa Filomena que acababa de pasar una limpieza de fondos. Al mismo tiempo se procedió a detener a los cabos de Infantería de Marina Pedro y Tolentino, ambos mencionados en el segundo anónimo, procediéndose a vigilar estrechamente a los demás cabos indígenas.

En Manila, se reforzó la vigilancia el rio Pásig, rio que bordeaba a la ciudad, con una falúa que se había solicitado a la isla de Corregidor.

Estallido[]

Las medidas de precaución tomadas por las autoridades españolas provocaron tal nerviosismo de los conjurados que no esperaron a la hora prevista para desencadenar el golpe, se sublevaron más de 24 horas antes de la fecha y hora prevista. Los soldados nativos comprometidos del batallón de Artillería que guarnecía el Fuerte de San Felipe, un total de 32 soldados mandados por un teniente y un sargento peninsulares, se sublevaron a las 8 de la noche del 20 de enero, asesinando a los mandos españoles. Media hora más tarde, los sublevados empezaron a disparar sus fusiles contra el Arsenal como señal de inicio de la sublevación.

Combates[]

En esos momentos estaba formado un destacamento de 54 soldados en el cuartel de la Infantería de Marina para ir al Arsenal, al oír los disparos la tropa se sublevó, entablando una terrible refriega con sus mandos, quedando muertos el capitán José Torres Silva, el sargento primero Miguel Gómez Herrera. Además, resultaron heridos: de gravedad, falleció a las pocas horas, el teniente Guillermo Herce, herido cuando intentaba abrir las puertas del cuartel para facilitar el acceso de fuerzas de Infantería que deberían acudir a sofocar la revuelta, y levemente, el capitán Santiago Sandes Calvo.

El capitán Pedro Mayobre López, jefe accidental de la tropa de Infantería de Marina por ausencia de su jefe, pidió ayuda inmediatamente al jefe del regimiento de infantería N.º 7, el regimiento de la Princesa de guarnición en la plaza de Cavite, quien, poco después y al frente de unos 500 hombres, a viva fuerza penetró en el cuartel sufriendo las descargas de los sublevados. Rotas las puertas con hachas, se estableció un sangriento combate a la bayoneta en el cuartel que logró herir o apresar a 15 sublevados, haciendo huir al resto hacia la Fortaleza de San Felipe.

Casi a la par de los hechos anteriores, la guardia del exterior de la puerta del Arsenal, compuesta por 12 infantes de marina nativos, abandonaron su puesto y se refugiaron en la Fortaleza de San Felipe y empezaron a disparar contra los españoles.

Defensa del Arsenal[]

La defensa inicial del Arsenal la estableció el teniente de Infantería de Marina Ramón Pardo Pardo que se encontraba haciendo el servicio de ronda del recinto. Poco después, el comandante del Arsenal, capitán de fragata Luis Gaminde, organizó la defensa usando los pocos medios disponibles, con la marinería desembarcada de las goletas Santa Filomena y Animosa, con gente del depósito, empleados del arsenal y soldados de Infantería de Marina que habían permanecido fieles.

Dividió a la tropa disponible en trozos y los distribuyó estratégicamente por el Arsenal. El puesto más avanzado de la defensa colocó el trozo del formado por parte del personal de la Santa Filomena a las órdenes de su comandante, teniente de navío Pascual Aguado, que muy pronto cayó herido de gravedad, reemplazándolo en su puesto, en primer lugar, el contramaestre del mismo buque José Sánchez Lojo, posteriormente el oficial del cuerpo administrativo Juan Serón Marengo y el alférez de navío Gabriel Lessenne.

El trazo de la goleta Animosa también ocupo lugares de peligro al mando de su comandante accidental el alférez de navío Eulogio Merchán Rico, auxiliado por el resto de oficiales de la goleta.

Todo el Arsenal estaba sometidos al fuego de los sublevados que, desde su posición dominante, hacían fuego de fusil y de cañón sobre él. Los defensores actuaron con gran valor e impidieron, a pesar de ser pocos, el recinto cayera en manos de los sublevados.

Los oficiales residentes en Cavite, al oír el ruido del combate trataron de incorporarse sus puestos en la defensa del arsenal. Para llegar a él tenían que atravesar una larga avenida que separaba la ciudad del Arsenal y que estaba bajo el fuego enemigo que hacían los revoltosos desde le fuerte exterior de la Fortaleza de San Felipe. La mayoría conseguirían llegar, aunque otros, como el médico mayor y jefe de sanidad del Arsenal, Rómulo Valdivieso, perdieran la vida en el intento. Para entonces, ya había sido abatido mortalmente de dos balazos el oficial del cuerpo administrativo de la Armada Ángel Baleato mientras realizaba labores de enlace encomendadas por el comandante del Arsenal.

Dos horas más tarde, el gobernador militar de Cavite, al mando del regimiento N.º 7, intentó penetrar en él a viva fuerza en el Arsenal creyéndolo sublevado, la acción no se llevó a cabo por el heroico comportamiento del contramaestre José Fernández Acevedo que mandaba la guardia de la puerta del Arsenal y que salió al encuentra de la tropa para avisarla de que aquel estaba en poder de los españoles. Acto seguido, se intentó asaltar el Fuerte de San Felipe por el lienzo de muralla más próximo a la puerta del Arsenal. El intento se frustró debido a la pequeña dimensión de la fuerza atacante y a la decidida defensa que hacían los sublevados desde las posiciones dominantes del fuerte. A la vista de la imposibilidad de tomarlo, la fuerza atacante se retiró a Cavite dejando una guardia suficiente para la protección de la puerta del Arsenal. No obstante, el asalto constó la vida al alférez de navío Rafael Ordóñez, muerto sobre el parapeto, al contramaestre Acevedo y al capitán del regimiento N. º7 Luis Villa, además de varios soldados heridos.

Manila[]

A todo esto, en Manila nadie tenía noticias de lo que ocurría en Cavite. El primer intento de comunicación de que estaba ocurriendo corrió a cargo del teniente Agustín Vázquez y del civil José Gómez, quienes, con autorización del gobernador militar, intentaron llevar la noticia a Manila, intento malogrado porque ambos fueron asesinados por partidas rebeldes durante el camino. Las noticias llegaron a Manila a media noche por medio del comandante de Ingenieros de la Armada Manuel Guinarf quien llevó un parte en mano al comandante accidental del Apostadero de Cavite, el capitán de fragata Manual Carballo.

Inmediatamente la noticia fue puesta en conocimiento del virrey, el teniente general Rafael Izquierdo, por Carballo para que se tomasen las medidas oportunas para impedir la extensión de la sublevación a la capital al tiempo que solicitaba refuerzos para contrarrestar la revolución en Cavite.

Sin pérdida de tiempo se comprobó que la fortaleza de Manila, la Real Fuerza de Santiago, no secundaba la insurrección. Una vez segura la capital, el virrey ordenó al general Felipe Ginovés Espiner que encabezara los regimientos filipinos N.º 1 (del Rey) y 2 (de la Reina) y se dirigiera a Cavite, para sofocar la sublevación de esta plaza.

A Cavite[]

Por su parte, Carballo embarcó en el cañonero Belusán con personal de la Marina y municiones dirigiéndose a Cavite. A su llegada comprobó que las disposiciones tomadas eran acertadas. Distribuidas las municiones transportadas en el cañonero, reforzada la defensa con 25 marineros del mismo, vigiladas las avenidas del arsenal desde el mar por el cañonero Samar e impidiendo la llegada de refuerzos a los revoltosos por mar a través de pequeñas embarcaciones, lo único que quedaba era mantener la defensa del Arsenal y esperar la llegada de los refuerzos desde Manila para proceder al asalto del Fuerte.

Carballo, a las cuatro y media de la madrugada volvió a Manila a bordo del Belusán para informar al virrey de la situación de Cavite y de la urgencia necesidad del envío de los dos batallones, y de alguna artillería, para poder atacar a viva fuerza la fortaleza en poder de los rebeldes y dar pronta resolución del pronunciamiento.

A las ocho de la mañana embarcaron en tres vapores los dos regimientos con cuatro piezas de artillería. El general al mando de la fuerza embarcó con Carballo en el Belusán para elegir el lugar de desembarco, desembarco que se efectuó sin contratiempos en el lugar elegido sobre las diez de la mañana del día 21.

Con la llegada de los refuerzos se procedió robustecer las defensas de la ciudad y a relevar algunas de las fuerzas de Marina más agotadas después de una noche de combate y vigilancia en el Arsenal.

Fuerte de San Felipe[]

Los rebeldes del Fuerte de San Felipe quedaron totalmente rodeados, aislados y sitiados por las fuerzas leales. Durante el día 21, la defensa de los sitiados se fue debilitando llegando a ser casi nula durante la noche. Los sitiadores hicieron unas 50 bajas al enemigo en un intento de fuga del fuerte, además de muchos prisioneros. Por parte de los atacantes, el fuego arreciaba desde los tejados próximos al fuerte y de los cañones emplazados en el Arsenal y de los cañoneros desde el mar. Por su parte, la artillería del fuerte logró un impacto en el costado del Samar que lo atravesó de parte a parte sin graves consecuencias.

La escasas respuesta de los sublevados durante la noche del 21 hacía presagiar que la moral de los mismos estaba muy debilitada y que su resistencia al asalto sería corta. Sus esperanzas de que las tropas de guarnición en Manila se les unieran se había disipado al verlas en las filas de las tropas gubernamentales que los combatían.

Al amanecer del día 22, el ejercito inició el fuego de la artillería sobre la fortaleza, poco después las fuerzas de asalto se lanzaron en tres columnas simultáneamente sobre el fuerte. El ataque fue rápido y en menos de media hora el fuerte fue tomado con ayuda de escalas por tres lugares distintos. Cumpliendo la orden recibida por los asaltantes de apoderarse del fuerte a todo trance, pasando a cuchillo a cuantos insurrectos opusieran la menor resistencia, los 20 o 30 individuos que se encontraron fueron inmediatamente pasados por las armas.

Conclusión[]

La baja durante toda la algarada fueron 150 soldados entre muertos y heridos, entre ellos 49 muertos de los sublevados y 24 de los asaltantes. En el interior del Fuerte de San Felipe se hallaron los cadáveres del teniente jefe de la fortaleza, de un sargento y de una criada filipina muertos en los primeros momentos de la sublevación, además de la esposa del oficial, herida en una pierna, y de fraile español ileso.

Detenidos los implicados en el complot, fueron juzgados, 41 de ellos fueron condenados a muerte de los que fueron ejecutados 13 por fusilamiento. Los principales instigadores, fueron ajusticiados por garrote vil.

Las repercusiones en Madrid fueron importantes. Se reorganizó la flota destacada en las islas y se enviaron tropas desde Nueva España.

Vea también[]

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