Historia Alternativa
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categoría de Federación de los Andes

las "provincias unidas del río de la plata" es un país sudamericano de gran envergadura con un terreno que incluye las montañas de los Andes, lagos glaciales y praderas en las Pampas, la tierra tradicional de pastoreo de su famoso ganado. El país es conocido por el baile y la música del tango.

Independencia[]

En la Historia de las provincias unidas del río de la plata  se conoce como el Período de la Independencia al transcurrido entre la Revolución de Mayo de 1810 y la Anarquía que disolvió todas las autoridades nacionales, en el año 1820.

Durante este período, las Provincias Unidas del Río de la Plata iniciaron su existencia como país soberano, la sostuvieron exitosamente por medio de una prolongada Guerra de Independencia y declararon su

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independencia. Pero también durante este período fracasaron en darse un gobierno central y una constitución que fueran aceptados por todas sus provincias en forma permanente.

Fue también durante este período que varios territorios que habían formado parte del Virreinato del Río de la Plata se separaron definitivamente de las Provincias unidas del río de la plata: el Paraguay, por haber sostenido su propio proceso independentista;​ el Alto Perú, por continuar bajo poder español, del que más tarde se independiza como República de Bolívar; y la Banda Oriental, por haber caído bajo el poder de Portugal, que lo heredaría al Brasil, del cual se independizara como Estado Oriental del Uruguay.

El inicio del período se establece el 25 de mayo de 1810, fecha de la creación del primer gobierno de las Provincias Unidas, y el final el 11 de febrero de 1820, día en que renunció el último Director Supremo, José Rondeau y se disolvió el Congreso Nacional.

Primera Junta de Gobierno[]

La Primera Junta de Gobierno, oficialmente Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII, fue la Junta de gobierno surgida el viernes 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, como consecuencia del triunfo de la Revolución de Mayo que destituyó al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y nombró a Cornelio Saavedra como el Presidente de la Primera Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La sede del gobierno fue fijada en el Fuerte de Buenos Aires, que sirviera desde 1776 como residencia de los virreyes y donde hoy se encuentra la Casa de Gobierno. (1810-1824).

Guerra de Independencia[]

El día 29 de mayo, la Junta ordenó una reorganización general de las fuerzas de la capital y se estableció una rigurosa leva de vagos y desocupados para cubrir las vacantes. En definitiva, los primeros ejércitos de que dispusieron los gobiernos rioplatenses se originaron en las milicias urbanas de Buenos Aires.​ Si bien la tropa era numerosa, no tenía otra experiencia que las Invasiones Inglesas, y sus oficiales eran tan inexpertos como los soldados. Los primeros comandantes fueron oficiales de graduación inferior, o civiles cuyos méritos no estaban relacionados con la capacidad militar sino con sus vínculos políticos y su carisma personal.

Ante el peligro de la Contrarrevolución de Córdoba y en el Alto Perú, la Junta envió una Expedición Auxiliadora al Interior;​ los jefes revolucionarios de Córdoba fueron ejecutados.​ El Ejército Auxiliar continuó su camino, transformándose en el llamado Ejército del Norte y logrando el 7 de noviembre una victoria clave en la batalla de Suipacha, la cual –junto a la revolución de Cochabamba– permitió la ocupación de todo el Alto Perú. Los jefes realistas de esa región también fueron ejecutados.

El 26 de septiembre partió hacia el Paraguay una segunda expedición, al mando de Manuel Belgrano, con la esperanza de que los paraguayos se unieran espontáneamente a la Revolución. Pese a que la expedición fracasó, sirvió de estímulo para el estallido de la Revolución de mayo de 1811 en Asunción, que inició el proceso de independencia del Paraguay.

La escuadra española apostada en Montevideo bloqueó el puerto de Buenos Aires en septiembre de 1810, pero la presión de la escuadra británica anuló los efectos de esta medida.​ La Junta organizó una escuadra naval, que puso al mando de Juan Bautista Azopardo, a la que envió en apoyo de Belgrano; la misma fue completamente destruida en el Combate de San Nicolás, demostrando la peligrosidad de la escuadra apostada en Montevideo.​ En efecto, no sólo la escuadra realista demostró estar en condiciones de lanzar ataques sobre cualquier punto de la costa del río Paraná, sino que además los realistas de Montevideo lograron ocupar ambas orillas del río Uruguay y toda la Banda Oriental.

La situación en la Banda Oriental cambió a partir del Grito de Asencio y la asunción del mando de los revolucionarios locales por parte de José Artigas; este logró una victoria completa en la batalla de Las Piedras y puso sitio a Montevideo. La ciudad resistió exitosamente, principalmente gracias a su escuadra, que la aprovisionada por vía fluvial.

De la "Primera Junta" a la "Junta Grande"[]

A medida que la revolución se consolidaba, Mariano Moreno adoptaba medidas cada vez más radicales, llegando a sostener una postura jacobina; durante un tiempo convenció de seguir ese rumbo al resto de la Junta, pero con el paso del tiempo prevaleció una postura más moderada, sostenida por el presidente Saavedra.58​ A medida que llegaban los diputados de las provincias del interior, Moreno observó que éstos eran partidarios de posturas moderadas, de modo que consideró peligroso permitirles incorporarse a la Junta, tal como se les había prometido en la comunicación del 27 de mayo.​ Por otro lado, dado que la Junta adoptaba medidas que correspondían a un Poder Ejecutivo, pensó en crear un Poder Legislativo y

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Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta y de la Junta Grande.

constituyente con los diputados de las provincias. Finalmente, afirmaba que aumentar el número de integrantes del ejecutivo atentaría contra la unidad de criterio y la rapidez de la toma de decisiones.

Un conflicto entre Saavedra y Moreno, iniciado por el segundo al proponer la supresión de toda diferencia entre los vocales y el presidente, determinó la ruptura ente los seguidores de ambos. Saavedra apoyó esa medida y a continuación reunió a los diputados del interior, para resolver entre todos si los mismos debían o no incorporarse al gobierno. Tras un intercambio de opiniones, la cuestión se decidió por medio de una votación: con excepción del secretario Paso, los demás presentes –incluso el propio Moreno, que había opinado lo contrario– aprobaron la incorporación de los diputados del interior.

Moreno presentó su renuncia, pero la misma no fue aceptada; solicitó entonces una misión en el exterior, que le fue concedida;​ moriría en alta mar unas semanas más tarde.

Integrados los diputados el 18 de diciembre, la Junta conservó su nombre y funciones, aunque la tradición ha considerado que fue otro gobierno, conocido con el nombre de Junta Grande.

La dirección política de la Junta fue ejercida principalmente por el Deán Funes. Entre sus medidas más importante estuvo la creación de juntas de gobierno provinciales.

Los grupos partidarios de Moreno acusaron al gobierno de lentitud en sus decisiones, y proyectaron volver al tomar el control del gobierno. Reunidos en la llamada Sociedad Patriótica, difundieron proclamas contrarias al gobierno y prepararon la elección de nuevos diputados porteños, para contrarrestar la preeminencia provinciana.

El 5 de abril de 1811, una manifestación de las clases medias y bajas de Buenos Aires forzó a la Junta a expulsar a los diputados morenistas, y elevó a Joaquín Campana al cargo de secretario que había ocupado Moreno. Desde ese puesto, Campana llevó adelante medidas más radicales que las promovidas por Funes, tales como la persecución sistemática de los españoles peninsulares, pero también disminuyó la dependencia del gobierno de la presión ejercida por Gran Bretaña.

Derrota militar y transformación del gobierno[]

En el Alto Perú la situación parecía consolidada, pero el Ejército fracasó en extender su acción revolucionaria al Virreinato del Perú, además de firmarse un armisticio que dio ventajas al Ejército Real del Perú; este contraatacó, logrando una victoria clave en la batalla de Huaqui, el 20 de junio de 1811,​ y en pocos meses recuperaron toda la región. Los revolucionarios debieron retirarse hasta Jujuy.

El 15 de julio, la escuadra española bombardeó la costa de Buenos Aires, y aunque no causó daños materiales generó mucha preocupación. Pocos días después, fuerzas portuguesas ocuparon el norte de la Banda Oriental.​ La situación parecía insostenible, y la Junta reaccionó iniciando tratativas con el gobierno realista de Montevideo.

Además de la acumulación de derrotas en todos los frentes –en el Paraguay, en el Río de la Plata, en el Norte y en la Banda Oriental– la Junta debía hacer frente a la oposición de los porteños a ser dirigidos por provincianos. Al tener noticias de la defección del comandante del Ejército del Norte, Saavedra partió hacia Jujuy, para hacerse cargo del mismo. Alejado Saavedra, la oposición del Cabildo porteño aumentó de tono, con lo que se logró la expulsión y arresto de Campana. Faltando ambos conductores, la Junta fue presionada para crear un poder ejecutivo, conservando para sí el legislativo.​

El 22 de septiembre se fundó un Supremo Gobierno, formado por tres miembros, que posteriormente sería conocido como el Primer Triunvirato.

El Primer Triunvirato (1811-1812)[]

El nuevo gobierno asumió el 23 de septiembre de 1811, integrado por Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea, con Bernardino Rivadavia, José Julián Pérez y Nicolás Herrera como secretarios. Llevó adelante una política mucho más prudente en cuanto a la guerra,​ prefiriendo las soluciones

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Aunque sólo fue su secretario, Bernardino Rivadavia fue el ideólogo del Primer Triunvirato.

diplomáticas a las bélicas. Incluso reforzó las menciones a la fidelidad a Fernando VII, que habían sido parcialmente abandonadas, y también postergó la definición del tema de la independencia y la Constitución.​ Cuando el general Belgrano creó una bandera nacional, le ordenó destruirla y amenazó con sancionar por ello.

La Junta Grande, conocida desde entonces como Junta Conservadora, elaboró un documento para establecer la división de poderes y las atribuciones de cada poder, redactando el 22 de octubre de 1811 un Reglamento de división de poderes. El Poder Ejecutivo se delegaba en el Triunvirato, que respondía ante la Junta Conservadora. El Triunvirato ignoró el Reglamento Orgánico y lo reemplazó por un Estatuto provisional, asumiendo la totalidad del gobierno. Poco después estalló el Motín de las Trenzas, sangrientamente reprimido, que decidió al gobierno a disolver la Junta y expulsar a los diputados provinciales de la capital.

El Triunvirato asumió la totalidad del gobierno sin consultar en absoluto a las ciudades del interior; disolvió las Juntas de gobierno provinciales y nombró sus gobernadores de entre su círculo político, organizando un estado unitario y centralista. Pero también arbitrario: impuso una rígida censura y ordenó la persecución de sus enemigos porteños, sobre todo Saavedra y Campana. Si bien reunió una Asamblea nacional, eligió a los diputados porteños y a gran parte de los del interior, sin consultar a sus respectivos cabildos. Apenas reunida la Asamblea, ésta se declaró "soberana", lo cual bastó para que el gobierno la declarará disuelta.

En el mes de julio se descubrió una conspiración para una reacción españolista, que fue reprimida con la prisión de centenares de personas y el fusilamiento de más de treinta personas tras un juicio sumario e irregular, entre ellos Martín de Álzaga, héroe de las Invasiones Inglesas, con quien el secretario Rivadavia tenía agravios personales.

Durante su mandato la oposición se organizó en torno a la Logia Lautaro, una sociedad secreta con objetivos claramente independentistas, presidida por Carlos María de Alvear.

La diplomacia de la Revolución[]

Al día siguiente de instalada, la Junta recibió al jefe de la estación naval en el Río de la Plata, a quien se le garantizo la lealtad al rey español. Una carta a Lord Strangford, cónsul del Reino Unido en Río de Janeiro, y una misión en Londres, a cargo de Matías Irigoyen fueron los primeros actos de la diplomacia revolucionaria. Su resultado dejó en claro la intención de Gran Bretaña de ayudar a los revolucionarios sin romper con España, con la cual tiene importantes vinculaciones económicas. Esa política sería mantenida durante quince años. Los británicos rechazaron el bloqueo español de Buenos Aires y continuaron comerciando con esa ciudad, pero al mismo tiempo presionaron para que la Junta se abstuviera de declarar la independencia.

También se llevaron a cabo negociaciones que llevaron a las alianzas con los procesos revolucionarios de los demás países latinoamericanos; especialmente importante fueron las relaciones con Chile, que se iniciaron pocas semanas después de iniciado el proceso de independencia de ese país, con dos propuesta de tratados de alianza y comercio, que no fueron firmados.​ En 1811, ese país colaboraría con la guerra de independencia rioplatense con una División Auxiliadora, gesto que dos años más tarde sería retribuido con el envío del Batallón de Auxiliares Argentinos a Chile.

También se iniciaron relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, que enviaron un cónsul a Buenos Aires; con este país las relaciones fueron esencialmente comerciales.

Las derrotas del año 1811 obligaron primeramente a la Junta Grande y luego al Primer Triunvirato a entablar relaciones conciliadoras, e incluso se pretendió alguna forma de avenimiento pacífico con las autoridades españolas, a cambio de una autonomía política limitada para el territorio.

Belgrano logró la firma de un tratado con el Paraguay, por el que se establecía una confederación entre ambos gobiernos; la intención del dirigente paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia de separar al Paraguay de la obediencia de Buenos Aires y la insistencia de los gobiernos porteños en someter a las provincias a una dependencia absoluta del gobierno central impusieron al Paraguay una política aislacionista que lo mantuvo al margen de la guerra por la independencia. Más adelante, el Paraguay manifestaría cada vez más claramente su negativa a formar parte de las Provincias Unidas,​ aunque no declaró formalmente su independencia hasta tres décadas más tarde.

Continuando las negociaciones iniciadas por la Junta, el Triunvirato firmó un armisticio con el gobierno de Montevideo, por el cual las tropas independentistas abandonan la Banda Oriental y la mitad oriental de Entre Ríos.​ Artigas rechazó el acuerdo y se trasladó con gran parte de la población oriental a la costa occidental del río Uruguay, episodio conocido como el Éxodo Oriental. Por un tiempo, la defensa de la Banda Oriental quedó a cargo de las partidas irregulares comandadas por Artigas; las pretensión del gobierno porteño de obligarlo a someterse a su autoridad creó los primeros roces entre los orientales y porteños.

La Batalla de Tucumán y sus consecuencias:[]

No todo el Alto Perú estaba controlado por los realistas: distintos grupos guerrilleros, conocidos con el nombre de Republiquetas, controlaban algunas regiones del mismo, aunque por el momento no controlaban ciudad alguna.​ No obstante, tras conquistar las ciudades altoperuanas, un ejército realista invadió

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La batalla de Tucumán

el Norte de la actual Argentina; el Triunvirato ordenó al general Belgrano, jefe del Ejército del Norte, retirarse hasta Córdoba. Belgrano inició la maniobra con el llamado Éxodo Jujeño;​ pero, al llegar a las cercanías de San Miguel de Tucumán, fue persuadido por la población local de presentar batalla. Desobedeciendo las órdenes recibidas, Belgrano obtuvo una importante victoria en la batalla de Tucumán, forzando a los invasores a retroceder.

La noticia de la victoria de Tucumán –en opinión de muchos historiadores, la más importante de la guerra de independencia– causó en Buenos Aires un enorme descrédito para el gobierno que había ordenado la retirada hasta Córdoba. Un golpe de estado protagonizado por el coronel José de San Martín derrocó al Triunvirato y lo reemplazó por el llamado Segundo Triunvirato, integrado por Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Juan José Paso, que asumió el 8 de octubre de 1812.

La Asamblea General Constituyente[]

La Asamblea se formó por disposición del Segundo Triunvirato, asumiendo el ejercicio de la soberanía y la representación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tanto el período del Segundo Triunvirato, como de los dos primeros Directores Supremos estuvieron signados por la actuación de la Logia Lautaro, que dirigió su política interna, internacional y militar.

Se desarrolló una obra legislativa tendiente a reafirmar la soberanía del Estado, tomando medidas como el reemplazo del sello real y el escudo de armas por uno propio; aprobó una única Marcha Nacional –el actual Himno Nacional Argentino– y ordenó la acuñación de monedas con los símbolos del nuevo Estado. Por otra parte, prohibió el uso de tormentos, suprimió los títulos de nobleza, abolió el Tribunal de la Inquisición y declaró la libertad de vientres, por la que los hijos de esclavos pasaban a ser libres. También reorganizó el Poder Judicial y en su sesión del 27 de febrero de 1813 aprobó el Estatuto del Supremo Poder Ejecutivo, mediante el cual se organizó el Poder Ejecutivo y se fijaron sus facultades, reemplazando en esa forma al Estatuto Provisional de 1811.

Con el paso del tiempo, la situación en España se fue revirtiendo, hasta que Fernando VII regresó al trono español. La política francamente absolutista del rey conllevaba también una actitud más agresiva en contra de los estados independizados del imperio, rechazando cualquier arreglo que no significara una completa vuelta a la anterior situación de dependencia colonial absoluta.

La Asamblea debió afrontar divisiones internas respecto a la nueva situación: una posición encabezada por Alvear sostenía la necesidad de negociar con Fernando VII; proponía postergar la declaración de la Independencia y la definición de la forma de gobierno y apoyaban el centralismo. San Martín lideraba la otra posición, proponía declarar la Independencia, reorganizar el ejército y combatir a los españoles; era también centralista, pero estaba dispuesto a negociar con los caudillos locales de las provincias.

Artigas, caudillo de la Banda Oriental, organizó un Congreso en 1813. En este se decidió reconocer a la Asamblea y enviar seis diputados, con instrucciones específicas, que sostenían un proyecto político diferente al de Buenos Aires, regidas por los principios de Independencia, federalismo y república en lo político; libertad de comercio e igualdad de puertos en lo económico. Querían que el gobierno central estuviera fuera de Buenos Aires y que los gobiernos locales conservaran el derecho a su propia administración.

Los diputados orientales fueron rechazados por no haber sido elegidos en la forma establecida en el decreto de convocatoria. Si bien la razón esgrimida era formalmente correcta, generalmente se acepta que respondía a diferencias políticas y a cierto temor por la formación de un bloque opositor a los seguidores de Alvear.106​ A principios del año siguiente, esas desavenencias llevarían a las primeras guerras civiles argentinas.

La guerra en 1813[]

El 20 de octubre de 1812, el ejército patriota puso nuevamente sitio a Montevideo, y once días más tarde obtuvieron la victoria del Cerrito.

La ciudad sitiada pudo resistir debido a su indiscutible superioridad naval y a los refuerzos recibidos,​ pero sus defensores no volverían a intentar defenderse en tierra.​ A principios de 1813, las fuerzas de Artigas se sumaron también al sitio.​ Los realistas lanzaron sucesivos ataques a la costa de los ríos Uruguay y Paraná, que saquearon impunemente hasta que una sonora victoria de los Granaderos a Caballo del coronel José de San Martín en el Combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, los inhibió para nuevas incursiones. Desde entonces, la ciudad debió bastarse a sí misma.

También en el norte, el año 1813 se inició con una ofensiva masiva: tras jurar lealtad a la Bandera a orillas del río Juramento, el Ejército del Norte a órdenes de Belgrano obtuvo una completa victoria en la batalla de Salta, el día 20 de febrero. Todo el ejército enemigo cayó en manos patriotas; imposibilitado de controlar 3200 prisioneros, Belgrano los puso en libertad a cambio del juramento de no volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas.

Poco después, el ejército inició la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú al frente de 3500 hombres, logrando controlar Potosí y Chuquisaca. Pero el nuevo jefe realista, Joaquín de la Pezuela, lo derrotó el 1 de octubre en Vilcapugio y el 14 de noviembre en Ayohuma.

De modo que Belgrano se vio obligado a retirarse hasta Salta, donde entregó el mando del Ejército del Norte a su nuevo comandante, José de San Martín, en el mes de enero de 1814.

Debido al rechazo porteño a la autonomía oriental, el 20 de enero Artigas abandonó el sitio de Montevideo, seguido por gran cantidad de tropas.

Directorio de Posadas[]

Acuciada por la derrota en el Alto Perú y las disidencias en el Litoral, e impulsada por su propia tendencia a la concentración del poder, la Asamblea decidió crear un ejecutivo uninominal, con el nombre de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, nombrando para ese cargo a Gervasio Antonio de Posadas. Este dedicó todos sus esfuerzos a ocupar Montevideo, con el fin de evitar que sirviera como puerto de llegada de fuerzas conquistadoras españolas.

Los sitiados de Montevideo no habían atinado a aprovechar la oportunidad de contraatacar que les dio el retiro de Artigas. Sería la última, ya que en ese mismo momento se estaba formando una escuadra patriota para disputar a los realistas el control de los ríos interiores y el estuario del Plata, al mando de marinos extranjeros, incluido su comandante, el irlandés Guillermo Brown. Iniciada la campaña naval, Brown derrotó a los realistas en el Combate de Martín García, en el mes de marzo, y nuevamente en el Combate naval del Buceo, del 15 y 17 de mayo; la mayor parte de los buques realistas fueron capturados o destruidos.

El cerco sobre Montevideo estaba completo: Posadas envió 1500 hombres para reforzar el sitio de Montevideo, al mando de su sobrino Alvear, que reemplazó a Rondeau horas después de la victoria de Brown. Iniciadas las negociaciones con Montevideo, se llegó a un acuerdo para la entrega pacífica de la plaza; acuerdo que fue roto por el propio Alvear, que ocupó Montevideo sin resistencia, aprovechando el desconcierto causado por el tratado, el 23 de mayo.​ El ejército se apoderó de una enorme cantidad de tropas y armamento.

La caída de Montevideo significó el fin de la amenaza realista sobre el Río de la Plata, que había durado cuatro años. Pero la escuadra fue desmantelada para cancelar deudas. Una gran expedición de 10 600 hombres había sido preparada para retomar el Río de la Plata, pero la pérdida de Montevideo, junto a la negativa portuguesa a permitirle desembarcar y aprovisionarse en Brasil,​ obligaron a desviarse en dirección a Venezuela.

En el frente norte, el ejército realista comenzó su avance hacia el sur, dejando a tropas de reserva la lucha contra las republiquetas; cosa que no lograron, ya que, tras la victoria en la batalla de La Florida, estas lograron controlar Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba.​ No obstante, Salta y Jujuy fueron ocupadas, mientras San Martín reorganizaba su ejército en San Miguel de Tucumán. Si los realistas no lograron avanzar más, fue por la decidida defensa que le opusieron los gauchos de Güemes, que llevaron adelante la llamada Guerra Gaucha; guerra irregular y netamente defensiva, pero que desgastó a los invasores al punto de impedirles continuar su avance.

Por razones de salud, y convencido de la imposibilidad de derrotar decisivamente a los realistas en el Alto Perú, a mediados de ese año San Martín renunció al mando del Ejército del Norte. En su lugar, Posadas envió a José Rondeau, llevando consigo las fuerzas que habían participado en el sitio y parte de las rendidas de Montevideo.

A mediados de 1814 estalló la Rebelión del Cuzco, que se extendió desde esa ciudad a muchas provincias vecinas, ocupando Ayacucho, Arequipa y La Paz; en el mes de agosto, el ejército realista retrocedió hacia el Alto Perú. El Ejército del Norte no pudo aprovechar la inestimable oportunidad debido a que tardó demasiado en enterarse de lo que pasaba, y a su propia incapacidad operativa.​ Hubo otras dos razones para la inmovilidad del Ejército: en primer lugar, esperaban refuerzos de las tropas de Montevideo, que tardaron demasiado tiempo en llegar. Por otro lado, en Chile los realistas estaban haciendo grandes progresos: tras la batalla de Rancagua, del 2 de octubre, el país entero cayó en sus manos.

Inicio de las guerras civiles[]

Artigas se había retirado del sitio con un objetivo claro: organizar militar y políticamente a los pueblos que se oponían a la concentración del poder en manos del Directorio.​ Ya desde la época del Exilio Oriental había tenido roces con los representantes del poder central,​ y su prestigio como caudillo se había extendido al Entre Ríos –una denominación imprecisa para los territorios dependientes de Buenos Aires ubicados entre el Paraná y el Uruguay– y las vecinas Corrientes y Santa Fe. Pocos días después del retiro de Artigas, las poblaciones del interior entrerriano expulsaron a las fuerzas nacionales en el combate de El Espinillo, y una revuelta llevó al poder a Juan Bautista Méndez en Corrientes.

Posadas respondió declarando la creación de las provincias de Entre Ríos y Corrientes, aunque enteramente dependiente del poder central.​ Los federales pretendían la autonomía, de modo que la guerra civil recrudeció: a mediados de 1814, los federales controlaban las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, además de buena parte del interior de la Banda Oriental.

Tras la captura de Montevideo, Alvear lanzó sucesivos ataques dentro de la Banda Oriental, logrando moderados avances y una importante victoria en Marmarajá. Pero en enero de 1815 los directoriales fueron completamente derrotados en la batalla de Guayabos.​ El nuevo Director Supremo, Alvear, entregó Montevideo a los federales y otorgó la independencia a la Banda Oriental; pero la oferta fue rechazada.

En marzo de ese año estalló una revolución federal en Santa Fe, que llevó al gobierno al estanciero Francisco Candioti. En respuesta, Alvear envió a un ejército a ocupar esa ciudad;​ mientras el ejército estaba en marcha, también la provincia de Córdoba se unía al federalismo, nombrando gobernador a José Javier Díaz.

Directorio de Alvear[]

A fines de 1814, cuando el Ejército del Norte estaba listo para partir hacia el Altiplano, Posadas ordenó su reemplazo por Alvear. La oficialidad se sublevó y decidió sostener a Rondeau, lo cual llevó a Posadas a renunciar. Alvear regresó apresuradamente a la capital y logró que la Asamblea lo nombrara Director

Carlos de Alvear

Carlos María de Alvear

Supremo y le delega parte de sus atribuciones; nunca se volvería a reunir.

Alvear se dedicó a intentar fortalecer su posición interna en la capital, contando con un poderoso ejército de reserva en la capital. El breve período de su gobierno se caracterizó por el despotismo. Decidido a mantenerse por la fuerza dispuso la pena de muerte para quien se opusiera a su autoridad o formular críticas a su gobierno.

Intentó también ahondar la influencia de San Martín, reemplazandolo como gobernador de Cuyo, aunque fracasó en su intento.​ Por último, el Ejército del Norte desconoció completamente su autoridad.

Ante tal cúmulo de frustraciones, Alvear envió a Manuel José García en misión secreta a Londres, a solicitar un protectorado británico, renunciando a toda ambición independentista. Tras consultar con el embajador británico, la misión derivó en un pedido de ayuda.

Para terminar con los federales, Alvear ordenó el avance del ejército sobre Santa Fe. La vanguardia se sublevó, exigiendo la renuncia del director y el fin de la guerra fratricida.​ También en Buenos Aires hubo una sublevación, durante la cual el cabildo declaró disuelta la Asamblea y ordenó a Alvear entregar el mando. Tras varios días de resistencia, finalmente abandonó Buenos Aires en dirección a Río de Janeiro.

Electores nombrados por los vecinos de Buenos Aires y su Cabildo designaron director supremo, con carácter provisorio, a Rondeau; como este era el jefe del Ejército del Norte, lo reemplazó interinamente Ignacio Álvarez Thomas.

La renuncia de Alvear significó un cambio fundamental en lo político: la revolución volvió a tomar el camino hacia la Independencia. No obstante, la política exterior, tanto diplomática como bélica, permaneció errática durante al menos un año más.

La época del Congreso[]

Como símbolo del cambio de gobierno, pocos días después de la caída de Alvear fue enarbolada por primera vez en el Fuerte de Buenos Aires la Bandera Nacional, reemplazando a la española.141

Para evitar una nueva dictadura, el Cabildo de Buenos Aires estableció una Junta de Observación que ejerciera el Poder Legislativo y fiscaliza al Ejecutivo. La misma sancionó un Estatuto Provisional de Gobierno, en cuyo artículo 30 se ordenaba la reunión de un Congreso en San Miguel de Tucumán para sancionar una constitución de carácter permanente.

En España, Fernando VII había recuperado el gobierno y ejecutaba una política firmemente absolutista. En años anteriores, España se había mostrado dubitativa al momento de defender sus ex colonias, debido a que temía la reacción de las demás naciones europeas. Pero, con sus espaldas cubiertas por la Santa Alianza –la cual, siguiendo las recomendaciones del Congreso de Viena,​ sostiene a todos los gobiernos establecidos en Europa y promovía la paz entre ellos– Fernando pudo dedicar todos sus esfuerzos al intento de reconquistar la América española. La acción del Papa Pío VII, que lanzó la encíclica legitimista de 1816, por la cual bendecía las acciones represivas de los realistas en España, respalda su actitud agresiva.​ De modo que Fernando envió sucesivas expediciones para reconquistar las colonias americanas, llegando a un total de 13 expediciones con 26 542 hombres. No obstante, esas expediciones nunca tuvieron fuerza suficiente como para imponerse decisivamente a los independentistas del Río de la Plata. La única expedición poderosa proyectada para ser lanzada sobre esa región debió ser suspendida repetidas veces, ante las epidemias que diezmaron y debilitaron a sus tropas.

La Liga de los Pueblos Libres[]

Las provincias federales intentaron organizarse reuniendo el llamado Congreso de Oriente en Arroyo de la China, que inició sus sesiones a fines de junio de 1815, presidido por Artigas. Álvarez Thomas inició conversaciones con los federales, misión que fue respondida con una diputación a Buenos Aires; el Director

Las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816- en rojo, la Liga de los Pueblos Libres.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816: en rojo, la Liga de los Pueblos Libres.

Interino arrestó a los delegados para evitar que informaran que en esos días partía una expedición armada rumbo a Santa Fe. A fines de agosto, coincidiendo con el fallecimiento de Candioti, el ejército directorial ocupó esa ciudad y forzó la elección de un gobernador delegado del gobierno nacional.

Ese avance directorial sobre una provincia clave no representó una victoria completa: Córdoba seguía en manos federales​ y –aunque la ciudad de La Rioja y su jurisdicción se separaron de ella–​ su ejemplo fue imitado en Santiago del Estero, donde el coronel Juan Francisco Borges logró controlar la ciudad durante cuatro días. Derrotado y capturado, volvería a intentar lograr la autonomía de su provincia al año siguiente; este segundo intento sería castigado con su ejecución.

Por último, también Salta se dio su propio gobierno, al elegir gobernador a su caudillo, Martín Miguel de Güemes, en mayo de 1815. Las autonomías de Salta y Córdoba, no obstante, no significaron la automática alineación de sus gobiernos con el sistema artiguista; si bien Córdoba enviaba sus diputados al Congreso de Oriente, ambas provincias aceptaban la autoridad del gobierno directorial y aportaban a la formación de sus ejércitos. También participarán en el Congreso de Tucumán.

En marzo de 1816, los federales reaccionaron expulsando a las fuerzas directoriales; Mariano Vera fue elegido gobernador, y llevó adelante una política en estricta consonancia con las provincias de Corrientes, Entre Ríos y la Oriental.​ En respuesta, Álvarez Thomas envió un nuevo ejército contra Santa Fe, al mando de Manuel Belgrano; este envió a su segundo, Eustoquio Díaz Vélez, a negociar con el gobierno santafesino, resultando las conversaciones en el Pacto de Santo Tomé, del 9 de abril de 1816, por el que se disponía el desplazamiento de Belgrano y de Álvarez Thomas.​ Este presentó su renuncia ante las autoridades porteñas, que –en vista de que ya habían comenzado las sesiones del Congreso de Tucumán– lo reemplazaron interinamente por Antonio González Balcarce.

Por un tiempo, el Directorio y la Liga Federal permanecieron en paz.​ Pero como el Congreso se negara a reconocer la validez del Pacto de Santo Tomé y la autonomía de las provincias federales, estas se negaron a enviar diputados a unirse al mismo.

Derrota del Ejército del Norte[]

A principios de 1815 se inició la Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú, que logró reincorporar a las Provincias Unidas Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, mientras las zonas rurales eran controladas por las Republiquetas; no obstante, el Ejército del Norte llegó después de la derrota

Martin Migel

El general Martín Miguel de Güemes, líder de la Guerra Gaucha.

definitiva de los rebeldes cuzqueños, de modo que debió enfrentar al Ejército Real del Perú en pleno. La incapacidad de los jefes patriotas hizo el resto, y la batalla de Sipe Sipe resultó un desastre definitivo. El ejército se retiró nuevamente a Jujuy.

A su regreso a Salta, Rondeau decidió deponer a Güemes y castigarlo por su desobediencia; es que no sólo se había rebelado contra la autoridad del Director Supremo titula, sino que se había apoderado de gran cantidad de armamento perteneciente al Ejército y –temiendo que hubiera sido enviada para deponerlo como gobernador– había impedido que una poderosa división de refuerzo de uniera al mismo. Rondeau ocupó la ciudad de Salta, pero fue sitiado en ella y obligado a pactar un acuerdo pacífico con Güemes; el Congreso de Tucumán ordenó a Rondeau retirarse a Tucumán y encomendó a Güemes la defensa de la frontera norte.

El caudillo norteño se transformó en un aliado del gobierno central y pilar de la Guerra de la Independencia en la frontera norte. Cuatro meses más tarde, el general Belgrano debió asumir nuevamente el mando del Ejército del Norte, pero desde entonces funcionó como auxiliar de las fuerzas de Güemes.

Durante el año 1816, las Republiquetas fueron derrotadas una a una; los jefes más destacados de las mismas –como Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes– pagaron con su vida su resistencia. Salvo por una episódica campaña menor dirigida por Gregorio Aráoz de Lamadrid,​ el Ejército del Norte quedó imposibilitado de hacer nuevas incursiones en el Alto Perú. Fue parcialmente desmantelado en beneficio del ejército que se organizaba para liberar a Chile y utilizado para intentar someter a los federales del interior y del litoral.

El Congreso y la Declaración de la Independencia[]

El Congreso de Tucumán inició sus sesiones el 24 de marzo de 1816. En él participaron representantes de las provincias que admitían la autoridad del Directorio; es decir, no estaban representadas las de la Liga Federal –con la notable excepción de Córdoba, que tenía cuatro diputados​ ni las ocupadas por los realistas.*

Tras invertir un mes en definir su propio funcionamiento y el alcance de su misión y autoridad, la primera medida de importancia que tomó fue la elección de un nuevo Director del Estado, debido a la renuncia de Álvarez Thomas y la derrota de Rondeau. Para el cargo fue nombrado uno de sus diputados,*  Juan Martín de Pueyrredón,​ que poco después se trasladó a Buenos Aires.

Durante los meses de mayo y junio, el Congreso se concentró en intentar destrabar el conflicto con las provincias federales, pero la intransigencia que uno y otros demostraron en defensa de sus posiciones malogró estos intentos.​ En el mes de julio, tras discutir distintas alternativas –como la posibilidad de coronar un rey de ascendencia incaica propuesta por Belgrano​ el Congreso se abocó a la discusión sobre la oportunidad de declarar la independencia; quien más presiona en ese sentido era el gobernador de Cuyo, José de San Martín.

El día 9 de julio de 1816 se aprobó y firmó la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas, que en el acta respectiva eran llamadas Provincias Unidas en Sud América:

Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli

Durante el resto del mes de julio se continuó discutiendo la forma de gobierno, mostrándose la mayoría favorable a una monarquía constitucional, aunque la oposición de los diputados de Buenos Aires y de Cuyo bloqueó cualquier pronunciamiento en ese sentido.​ El 25 de julio se oficializó la Bandera de la Argentina, creada cuatro años antes por Belgrano.

Durante los meses siguientes, el Congreso se negó repetidamente a negociar con los federales, al mismo tiempo que llevó adelante negociaciones con la corona portuguesa, tendiente a una alianza contra España y también contra Artigas; por esa época ya se había iniciado la invasión de ese país la Banda Oriental.

A principios de 1817, al producirse una nueva invasión realista a la provincia de Salta, el Congreso decidió alejarse del peligro, trasladándose a Buenos Aires. Esta medida también obedecía a la intención de controlar de cerca la actuación del Directorio;​ en la práctica, sirvió más bien para que Pueyrredón y la Logia controlaran los actos del Congreso.​ Tres de los cuatro diputados por Córdoba se negaron a trasladarse, pero el nuevo gobierno cordobés –partidario del Directorio– los reemplazó por dos diputados leales al grupo gobernante.

Durante el resto de su existencia, el Congreso se abocó a discutir el texto de una constitución,​ negociar amistosamente con la corona portuguesa la invasión a la Banda Oriental y buscar un príncipe para coronarlo en el Río de la Plata. No ejerció el Poder Legislativo, ni controló visiblemente al Director Pueyrredón.

Directorio de Pueyrredón[]

Antes de marchar a Buenos Aires, Pueyrredón marchó a Jujuy, desde donde envió al Ejército del Norte a acantonarse en Tucumán, y acordó con Güemes la defensa de la frontera norte;​ a continuación se detuvo en Córdoba a discutir con el general San Martín su plan continental para liberar Chile y Perú, comprometiendo

Juan Martin de Pueyrredon

Juan Martín de Pueyrredón.

todo su apoyo.

No contando con un grupo dirigente en que apoyarse, creó una Gran Logia, con algunos de los más destacados partidarios de la deposición de Alvear, algunos miembros de la extinta Logia Lautaro que habían salido airosos del final del gobierno de éste y los partidarios de San Martín.​ La llegada de Pueyrredón a Buenos Aires y la organización de un grupo que respondía solamente a la Logia llevó la paz a la capital, profundamente convulsionada desde un año y medio antes.

Un incipiente grupo federal surgió en la capital, poniéndose en abierta oposición al gobierno y exigiendo que la provincia de Buenos Aires eligiera a sus autoridades y dejara de someter a las demás a su autoridad; entre sus líderes se contaron Manuel Dorrego, Miguel Estanislao Soler y Pedro José Agrelo.​

Todos los esfuerzos militares del gobierno de Pueyrredón estuvieron orientados a dos objetivos centrales: aplastar la resistencia de los federales en el Litoral y en Córdoba​ y sostener los esfuerzos de San Martín en su campaña a Chile.​ El frente norte fue prácticamente abandonado y –aunque siguió existiendo– el Ejército del Norte fue destinado a someter las rebeliones federales: la sublevación autonomista de Borges en Santiago del Estero,​ las recurrentes insurrecciones federales en Córdoba, y especialmente a los federales en Santa Fe.

Si el acceso del federalismo al poder en Córdoba había sido pacífico, su caída demandó enfrentamientos armados: Juan Pablo Bulnes, jefe de las milicias de la ciudad, se sublevó contra Díaz, y lo acusó de connivencia con el Directorio. Lo derrotó y lo obligó a renunciar, pero en su lugar asumió el gobernador nombrado por el Director Supremo, Ambrosio Funes, suegro de Bulnes.

Al producirse la invasión portuguesa a la Banda Oriental, a partir de 1816, el Director ofreció a Artigas una ayuda considerable, a cambio de que este aceptara el sistema unitario y sometiera a su provincia a la autoridad del Directorio. Ante la negativa del caudillo federal, la ayuda nunca fue entregada.​ Además utilizó la invasión portuguesa para intentar doblegar a los federales de las provincias del Litoral: a principios de 1817, Pueyrredón lanzó una cuarta invasión sobre Santa Fe, que alcanzó a ocupar la ciudad durante 25 días antes de ser expulsada. Curiosamente, durante el resto de ese año no hubo nuevas hostilidades.

También la oposición porteña fue duramente perseguida: Pueyrredón se sacó de encima a Soler enviándolo al Ejército de los Andes, pero deportó a Dorrego a Santo Domingo.​ Este terminó en los Estados Unidos, rodeado por otros dirigentes del incipiente federalismo porteño, como Manuel Moreno.

Campaña Libertadora a Chile[]

contrario que las Provincias Unidas, en Chile el proceso independentista había sido relativamente pacífico. Pero una expedición enviada desde el Perú a partir de comienzos de 1813 logró controlar el sur del país. El gobierno de las Provincias Unidas envió un Batallón de Auxiliares a ese país,​ que poco pudieron hacer para

Jose de San Martin

El general José de San Martín.

evitar el avance realista y los conflictos entre dirigentes chilenos. Tras la victoria realista en la batalla de Rancagua, el bando realista controló el país y centenares de civiles y militares huyeron a Mendoza.

Durante su paso por el Ejército del Norte, San Martín había llegado a la conclusión de que era imposible derrotar a los realistas en el Alto Perú mientras éstos controlan el Perú, de modo que ideó llegar a Lima por mar, partiendo desde Chile.​ La conquista realista de Chile lo obligó a liberar primero a ese país.​ Para ello incorporó las tropas chilenas y los Auxiliares Argentinos a las fuerzas militares de la Intendencia de Cuyo, junto a algunos batallones enviados desde Buenos Aires, fuerzas provenientes del Ejército del Norte, el Regimiento de Granaderos a Caballo que había creado y gran cantidad de voluntarios y esclavos de la región de Cuyo; a partir del 1 de agosto de 1816, esta agrupación sería llamada Ejército de los Andes. El armamento y las herramientas del Ejército fueron fabricadas por Fray Luis Beltrán.

En apoyo de su Plan Continental, San Martín consideraba esencial la declaración de la independencia, con lo que se reforzarán los sentimientos patrióticos de los rioplatenses y se podría solicitar ayuda extranjera. Por esa razón apoyó la formación del Congreso de Tucumán y presionó activamente para que se declarara la independencia.

San Martín disponía de fuerzas inferiores a las del gobierno realista chileno, de modo que mantuvo su plan en secreto, para tener una ventaja circunstancial en el momento en que se iniciara el cruce de la Cordillera de los Andes.​ El Cruce de los Andes se inició el 6 de enero de 1817, con 5350 hombres de armas –más 1200

La batalla de Chacabuco, según el óleo de Pedro Subercaseaux.

La batalla de Chacabuco, según el óleo de Pedro Subercaseaux.

milicianos que actuaban de auxiliares​ dividido en seis columnas, dos de las cuales se dirigían sobre Santiago de Chile.​

Reunidas las columnas principales, el 12 de febrero lograron una completa victoria en la batalla de Chacabuco, que obligó al gobierno realista abandonar Santiago,​ la cual fue ocupada dos días más tarde por el Ejército de los Andes. El cabildo local nombró a Bernardo O'Higgins –hasta entonces el segundo de San Martín– "Director Supremo del Estado de Chile", y a San Martín comandante del "Ejército Unido Libertador de Chile", formado por las unidades del Ejército de los Andes y las formaciones chilenas que se incorporaron.​ Se iniciaba el período conocido como la Patria Nueva.

El Ejército Unido marchó hacia el sur, logrando capturar todas las ciudades de la región, con excepción de Concepción y la vecina Talcahuano, que fueron sitiadas por tierra; un intento de asalto a Talcahuano terminó en un desastre.​ Poco después, los sitiados recibieron poderosos refuerzos, de modo que

La batalla de Maipú, según Mauricio Rugendas.

La batalla de Maipú, según Mauricio Rugendas.

O'Higgins inició una retirada hacia el norte y puso el Ejército a órdenes de San Martín. Sorprendido por los realistas el 19 de marzo de 1818 en Cancha Rayada, el Ejército Unido debió retirarse hacia Santiago. La gran actividad de San Martín, O'Higgins, Las Heras​ y Beltrán permitió a los patriotas reorganizar el ejército en 15 días, y lograr la victoria en la sangrienta batalla de Maipú, del 5 de abril.

Los restos del ejército realista retrocedieron todo el camino andado desde Concepción, y en agosto fue reembarcado hacia el Perú. Fuerzas realistas continuaron una resistencia en forma de guerrillas durante varios años aún, pero ya no representaron una amenaza real para la independencia chilena.

La diplomacia directoral y los proyectos monárquicos[]

Hasta los primeros meses de la existencia del Directorio, los gobiernos de la Revolución se veían favorecidos, para justificar su legitimación frente a la opinión pública y las naciones extranjeras, por la ausencia del rey del trono español. Regresado Fernando VII a Madrid y anunciada la restauración absolutista en España, el lenguaje y los métodos diplomáticos debieron cambiar radicalmente. Por otro lado, el rey había ordenado la formación de un poderoso ejército que debía ser inmediatamente enviado al Río de la Plata, comandado por Pablo Morillo.

Por ello Manuel de Sarratea, enviado del Segundo Triunvirato a Europa, felicitó a Fernando por su regreso al trono y demostró su aparente sumisión a la autoridad del repuesto rey. Por ello fueron enviados Belgrano y Rivadavia también a Europa, a negociar con el rey la pretensión rioplatense de autonomía; en caso de fracasar, su misión sería la de conseguir un príncipe de alguna casa reinante en Europa para coronarlo rey del Río de la Plata.

Distinto fue, en cambio, el sentido de las cartas de Alvear al ministerio de relaciones exteriores británico en 1815, ya que significaban la sumisión lisa y llana a la soberanía inglesa;​ no obstante, podría haber sido ser una arriesgada estratagema para forzar a Gran Bretaña a apoyar a las Provincias Unidas contra España.

El fracaso en la misión conciliadora de Belgrano y Rivadavia los llevó a proponer la coronación del infante Francisco de Paula de Borbón, con la supuesta anuencia de su padre, el depuesto rey Carlos IV de España. Los diplomáticos llegaron a sancionar un proyecto de constitución monárquica y hasta planearon el secuestro del príncipe para su traslado al Río de la Plata.

Posteriormente, ya instalado el Congreso de Tucumán, el mismo Belgrano propuso la coronación de un rey de ascendencia incaica para las Provincias Unidas en Sud América, que aparentemente incluirían también a Chile y el Perú. Posteriormente se proyectó su enlace matrimonial con la Casa de Braganza, cuyos miembros residían en Río de Janeiro. El proyecto original fue rechazado principalmente por razones de racismo, y su derivación bragantina fue rechazada por Juan VI de Portugal.

Una vez instalado el Congreso en Buenos Aires, y ya bajo la influencia de Pueyrredón, el ministro de relaciones exteriores Gregorio García de Tagle envió varias misiones a Europa para negociar la coronación de otros candidatos, entre los cuales se consideraron las opciones del Duque de Orleans –el futuro rey Luis Felipe I de Francia– y del Príncipe de Luca.

Invasión portuguesa a la Banda Oriental y nuevas guerras civiles[]

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