Se llama de este modo a un conflicto por la sucesión del trono de la Mancomunidad de Naciones que tuvo lugar en 1837 y no terminó hasta 1866.
Introducción[]
En 1820, el rey de Gran Bretaña Jorge IV, tras encabezar una rebelión colonial, disolvió el Imperio Británico y creo en su lugar la Mancomunidad de Naciones, un gobierno comunitario encabezado por él que incluía los reinos independientes de Hanóver, Australia, Canadá, el Imperio de la India y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Victoria de la Mancomunidad
En un principio la Mancomunidad se alzó como una potencia monárquica constitucionalista, en que el Monarca (dependiendo de donde gobernara podía ser referido como Rey o como Emperador) tenía un amplio poder político y diplomático. Luego de Jorge IV gobernó Guillermo IV.
Pero al morir Guillermo IV en 1837, la Mancomunidad se dividió. El trono del Reino Unido (el principal Estado de la Mancomunidad) pasó a Victoria, su sobrina; pero el trono del reino de Hanóver, el segundo reino más poderoso, fue heredado por Ernesto Augusto, su hermano menor, pues en este reino existía la Ley Sálica que impedía que una mujer heredara el trono.
La mayor parte de la Mancomundiad aceptó a Victoria como legítima reina, y exigió que se cambiara la ley sálica hanoverina para mantener unificado el trono. Sin embargo, Hanóver y Australia se opusieron, y se separaron para crear su propia Mancomunidad, encabezada por Ernesto Augusto, regida por la Ley Sálica y no reconocida por la organización original.
Ambas comunidades existieron por separado, intentando generar alianzas en el exterior.
Hanóver obtubo rápidamente el apoyo de potencias asiáticas que deseaban mantener el comercio con Australia, y por otros países que deseaban dividir la Mancomunidad y alejar a la visionaria reina Victoria del trono. Incluso obtubo la membresía (como observador) del Imperio Germánico, otro gobierno comunitario. Esta unión se consolidó cuando, durante la Guerra de Schleswig, los hanoverinos apoyaron a los austríacos, líderes del Imperio.
La Mancomunidad victoriana tubo problemas en encontrar aliados, pues pocas naciones querían a la organización unida. Finalmente encontraron apoyo en los Estados americanos, los cuales apoyaron sin cobrar deudas, y trazaron amistad con los reyes de las Monarquías en el Exilio.
Cuando Austria atacó a Prusia, comenzando la Guerra de las Siete Semanas, Hanóver también la atacó. Pero Victoria, una hábil diplomática, apoyó a los prusianos en su guerra contra el resto del Imperio y les ayudó a ganar la guerra.
En el Tratado de Düsseldorf se decretó que Hanóver pertenecería tanto a la Mancomunidad como al Imperio Germánico, ahora presidido por Prusia.
Aún así, los hanoverinos se rehusaron a aceptar una reina mujer, por lo que Victoria permitió que Jorge V permaneciera en el trono como un "rey vasallo y tributario" a los monarcas de la Mancomunidad. Victoria noa ceptó la condición de nombrar a Jorge heredero al trono, optando por su propio hijo Alberto Eduardo, el futuro Eduardo VII. Así finalizó el conflicto sucesorio.