La Expedición de Clairac tenía como objetivo recabar información sobre sospechosos movimientos de navíos extranjeros en la Patagonia (Río de la Plata) que había recogido el mismo Ramón de Clairac y Villalonga durante su anterior gobernación de las Malvinas y que ahora se encargaría de verificar o desmentir, además de levantar planos de la zona.
Atendiendo, pues, a estos objetivos, el 1 de marzo de 1789 recibe el capitán de fragata Ramón de Clairac un pliego de instrucciones del virrey del Río de la Plata y de Antonio Valdés, ministro de Marina, para cursar un viaje de reconocimiento de las costas patagónicas, en la zona del Castillo de Todos los Santos del Puerto Deseado, Río Santa Cruz y Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria, con el objeto de verificar la presencia en la zona de embarcaciones extranjeras dedicadas a la caza de ballenas o lobos marinos y la pesca (temían las autoridades virreinales que la actividad pesquera fuera una tapadera para encubrir maniobras más dañosas a los intereses españoles: el contrabando o «cosas peores») y el posible establecimiento en la costa de edificios o barracas que sirvieran como base para estos navíos.
Debía tratar de interrogar a los nativos patagónicos «por medio de regalos procurando también conocer sus intenciones, atraherles a la amistad y plática, ver si tienen armas que puedan haverlos subministrado los enemigos del rey, y solicitar recogérselas a cambio de los géneros que he mandado aprontar»: «Dos piezas de bayeta colorada, cuatro piezas de sempiterna amarilla y azul, 100 mazos de abalorios blancos y azules de los más gruesos, 100 espejos pequeñitos, 100 sombreros ordinarios, doce docenas de cuchillos cavo de palo, 12 gruesas de sortijas de latón, doce gruesas de sartillos de piedras de latón, 12 piezas de cintas de las ordinarias de colores surtidos, 12 docenas de navajas pequeñitas, 50 machetes pequeños ordinarios».
Por la autoridad que la ordena, las instituciones implicadas, los objetivos que se persiguen y el personal y los buques utilizados, puede calificarse esta expedición como militar. No hay que olvidar que, aunque el virrey ejercía una autoridad civil, desempeñaba el cargo de Capitán General del territorio sometido a su jurisdicción. En resumen, pues, esta expedición estaba financiada, proyectada y tripulada por la marina de guerra española y tenía unos claros objetivos estratégicos y de control del territorio.
Formaban la flotilla expedicionaria la corbeta Santa Elena y los bergantines Nuestra Señora de Belén o Belén, y Nuestra Señora del Carmen y Ánimas o Carmen, comandadas, respectivamente, por los pilotos Juan Bautista de Acosta y José de la Peña.
La mayoría de estos hombres venía acompañando a Clairac desde hacía más de dos años, habiendo participado en sus anteriores gobiernos en las Malvinas. Formaban la dotación de la corbeta 5 oficiales de carrera, 22 infantes de marina, 8 de artillería, 12 oficiales de marinería, 18 artilleros, 13 marineros, 19 grumetes y 13 criados. El total de la tripulación estaba formado por 116 hombres.
La corbeta Santa Elena tenía en la época como novedad su casco forrado en cobre, moderno y caro pertrecho que la hacía más resistente a las incrustaciones y a la «broma», el Teredo Navalis, que arruinaba los cascos de madera. Esta innovación técnica la había introducido desde 1761 con carácter experimental por primera vez Anson desde su cargo de Almirante Mayor.
Una vez concluidas las misiones encomendadas, debía Clairac dirigirse a las Malvinas para relevar a Pedro de Mesa, gobernador del archipiélago, entregarle los diarios y la documentación de la expedición para que éste a su vez las pusiese en manos de las autoridades cuando fondease en Buenos Aires.
El 19 de marzo dan a la vela los expedicionarios desde Montevideo con la corbeta Santa Elena y los bergantines antes nombrados. Después de una travesía sin contratiempos de un par de semanas de duración arriban a a zona del Castillo de Todos los Santos del Puerto Deseado el 2 de abril.
Lograron interceptar dos navíos ingleses, cuyos capitanes fueron interrogados. Ambos navíos habían estado cazando lobos marinos y los cueros obtenidos fueron decomisados.
El 4 de mayo abandona Puerto Deseado. Tal y como estaba previsto, Ciairac se dirige con su corbeta a las Malvinas a relevar al gobernador Pedro de Mesa y Castro, mientras los bergantines deben seguir la derrota hacia el sureste para intentar localizar la fantasmal isla de Pepys, empeño en el que, inevitablemente, fracasarían.
El Belén logró arribar en pleno temporal a Buenos Aires el 26 de mayo, y el Carmen y Ánimas tres días después.
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