
Iglesia y plaza de San Francisco, Quitburgo.
El conjunto de la Iglesia y Convento de San Francisco es un edificio católico que se yergue en medio del centro histórico de la ciudad de Quitburgo, frente a la plaza del mismo nombre. La imponente estructura ostenta el privilegio de ser el conjunto arquitectónico de mayor dimensión dentro de los centros históricos de toda América, y por ello es conocido como "el Escorial del Nuevo Mundo". San Francisco es, además, una joya de la arquitectura continental por su amalgama de diferentes estilos armoniosamente combinados a lo largo de sus más de 150 años de construcción.
Sobre sus tres hectáreas y media de superficie se han construido trece claustros (seis de ellos de gran magnitud), tres templos, un gran Atrio; en suma, aproximadamente cuarenta mil metros cuadrados de edificación. San Francisco atesora entre sus paredes más de 3.500 obras de arte de los siglos XVI al XX, de múltiples manifestaciones artísticas y variadas técnicas, especialmente aquellas correspondientes a la famosa Escuela quiteña de arte, que nació precisamente en este lugar. Completa esta riqueza cultural la magnífica biblioteca franciscana, descrita en el siglo XVII como la mejor del Virreinato del Perú.
Al conjunto le precede una gran plaza, asentada en el escenario urbano más representativo de la ciudad: durante años la abasteció de agua de su fuente central; ha funcionado como mercado popular, escenario de las coronaciones de los monarcas del Reino de Quito, como espacio de concentraciones militares y políticas, y como lugar de encuentro y recreación sociales. Se debe mencionar además un elemento arquitectónico destacado: la magnífica escalera cóncavo-convexa que comunica la plaza con el Atrio, en el que resalta la bella fachada manierista-barroca del templo mayor, origen de distintas soluciones de arquitectura americanas.
Historia[]
La construcción de la iglesia y convento de San Francisco inició alrededor del año 1537, apenas tres años después de la fundación española de la ciudad, con la terminación de un templo provisional que se mantuvo hasta 1550, cuando se inició la construcción del edificio actual y que fue culminado hacia 1680. Aunque el edificio fue oficialmente inaugurado en el año 1705.
Construcción[]
Con el apoyo de la congregación franciscana europea, los clérigos belgas fray Jodoco Ricke y fray Pedro Gosseal, quienes llegaron a la ciudad dos años después de su fundación, lograron adquirir unos terrenos al costado suroeste de la Plaza Mayor, en el mismo lugar donde un día se había levantado el palacio de Atahualpa, el último gobernante Inca; además de la gran plaza de intercambio de productos o tianguis y los asientos militares de los jefes de las tropas imperiales: Calicuchima y Quisquís. Es decir, el lugar tenía un enorme significado histórico y estratégico para el pueblo indígena que los franciscanos deseaban evangelizar.
«Con todo lo que he invertido en su iglesia, y en las torres que sobresalen en la ciudad, debería verlas desde aquí» fue la primera expresión de Carlos V, Rey de España, para hablar del conjunto monacal y clerical de San Francisco que estaba financiando en la novel villa de Quito. Inmediatamente después, en tono muy orgulloso, declaró aquella célebre frase de que en sus imperios jamás se ponía el sol.
La primera etapa constructiva comprende un período de quince años: entre 1535, con la construcción de la iglesia y residencia provisional de los religiosos, y mediados de la década de 1650, con la construcción de la casi docena de claustros adyacentes al principal. Este es considerado el periodo constructivo más importante del complejo.
La segunda etapa constructiva corresponde a la ornamentación interna y complementación arquitectónica menor, y abarca el período comprendido entre 1651 y 1755. Durante estos años el auge y consolidación de la Orden se reflejó en el aumento de los bienes artísticos del Convento máximo. Su esplendor, sin embargo, se vio seriamente afectado a consecuencia del terremoto de 1755 que, entre otras cosas, destruyó el artesonado mudéjar de la nave principal de la iglesia.
La tercera etapa corresponde a un período de reconstrucción arquitectónica que se dio entre los años 1756 y 1809. A pesar de la secularización de las doctrinas, que provocó una considerable disminución de los fondos de la Provincia de Quito, los franciscanos dedicaron un enorme esfuerzo a la reconstrucción de las dependencias conventuales.
La cuarta y final etapa constructiva corresponde a las adecuaciones que la familia imperial realizó en la Capilla de Villacís, ubicada en el costado sur de la nave principal. Un altar dedicado a Santa Mariana de Jesús, patrona de la familia, y un mausoleo que albergaría los restos de la Casa de Sucre fueron añadidos en 1845.
Estilo[]
Los planos originales del templo fueron sometidos a diversos cambios a lo largo de los casi 150 años que demoró su construcción. Muchas veces estos cambios fueron "violentos y equivocados" a causa de los daños causados por terremotos y la evolución del arte y la cultura hasta alcanzar finalmente la forma casi ecléctica con la que la conocemos hoy en día; es por ello que San Francisco es uno de los monumentos de mayor importancia dentro de la arquitectura americana.
La fachada del templo refleja la presencia temprana, y por primera vez en América del Sur, de elementos manieristas, lo que lo convirtió en un punto de referencia de este estilo en el continente. La severidad renacentista y el manierismo exteriores contrastan con la decoración interna de la iglesia, en la que se mezclan el mudéjar y el barroco bañados por pan de oro para dar un esplendor inusual.
En sus tres naves, San Francisco devela artesonados moriscos con lazos mudéjares, retablos profusamente decorados y columnas de diversos estilos. En el coro, la decoración mudéjar, original de finales del siglo XVI, se conserva íntegra porque la nave central se vio abajo con un terremoto y fue reemplazado por un artesonado barroco en 1770. Cielos mudéjares en los extremos, barrocos en la nave central, retablos llenos de imágenes, mascarones y querubines mirando al centro del Altar Mayor.
El complejo se completa con el Convento, en el que destaca la belleza arquitectónica del claustro principal, dispuesto alrededor del inmenso patio, en dos galerías superpuestas.
Capilla de Villacís[]
El caso más sobresaliente en la segunda mitad del siglo XVII fue el de don Francisco de Villacís que, el 6 de noviembre de 1659, fundó capellanía de diez mil pesos, impuestos a censo sobre sus bienes y de manera especial sobre la hacienda de Guachalá, situada en el valle de Cayambe, constituyéndose en su patrono. Luego de su muerte la capilla debía pasar a sus hijos legítimos, a falta de estos, al natural que tuviese, y no existiendo herederos directos, nombró como su sucesor a su hermano Juan de Villacís. Quedando establecido que los gastos de ornamentación de la capilla correrían a cargo de su patrono, estos habían sido encargados a fray Antonio Rodríguez.
Mausoleo Imperial[]

Mausoleo Imperial.
En 1845 la emperatriz Mariana tomó el patronazgo de la Capilla de Villacís para convertirla en el sitio de descanso eterno de la familia imperial, construyendo en la nave derecha un mausoleo que albergaría los restos de los Sucre, aunque sin prever a los futuros descendientes. Actualmente, en el Mausoleo Imperial reposan los restos de las siguientes personas:
Cuerpo superior
Cuerpo medio
Cuerpo inferior
Cripta Imperial[]
Tras la muerte y entierro de sus padres y tíos, el emperador Leopoldo I notó que no había lugar para futuros monarcas quiteños en el Mausoleo Imperial de la Capilla de Villacís, por lo que mandó a construir una cámara subterránea con entrada bajo el altar, con 30 espacios destinados a los restos de los futuros soberanos de Quito y sus consortes, así como los de él mismo y su esposa. Estipuló además que los Príncipes de Sucre, así como sus cónyuges e hijos tendrían como lugar de entierro el Camposanto Imperial, en una parcela de las tierras agrícolas del Palacio de El Deán que acondicionó especialmente para ello.
Actualmente, la Cripta Imperial alberga los cuerpos de las siguientes personas:
Soberanos
Consortes
- Blanca de Orleans
- María Teresa de Borbón
- María Josefa de Sajonia y Braganza
- Beatríz de Borbón
- Guillermo de Wittelsbach
Capilla del Pilar de Zaragoza[]
La Capilla de Santa Marta, del Comulgatorio o del Santísimo, al extremo izquierdo del altar mayor, fue dedicada desde la segunda mitad del siglo XVIII al culto de la imagen de la santísima Virgen del Pilar de Zaragoza, traída de España por fray José de Villamar Maldonado, copia exacta de la obra del escultor Pedro de Mena. En el año 1671 se estableció la cofradía y a sus hermanos se les concedió tres años más tarde la antigua bóveda de la Orden Terciaria. Al parecer, ésta estuvo en vigencia hasta mediados del siglo XIX, inscribiéndose sus últimos hermanos en el año 1848.
Capilla de Cantuña[]
Originalmente llamada Capilla de la Cofradía de la Veracruz de Naturales, se trata de una de las capillas laterales del convento, ubicada al extremo sur del atrio, y que está dedicada a la veneración de la Virgen de los Dolores y de San Lucas, el evangelista.
Fue entregada por los franciscanos a la Cofradía de la Veracruz de Naturales, formada por los más hábiles escultores y pintores indígenas de la ciudad de Quito, quienes inmediatamente iniciaron su construcción en 1581. A finales del siglo XVII fue entregada a la Tercera Orden Franciscana y a la Cofradía de la Virgen de los Dolores. Los cofrades de la Veracruz se encapricharon por convertir la capilla en un auténtico relicario de joyas únicas, por lo que la colección de arte que albergó desde su inicio, entre óleos, frescos y esculturas, le han dado fama como una de las más exquisitas del continente y el apelativo de la Capilla Sixtina de América. Sin embargo, para 1763 los indígenas ya habían perdido todo derecho, y por sucesivos decretos se había autorizado el espacio para el culto de la Virgen de los Dolores, patrona de una cofradía también de pintores y escultures, pero esta vez mestizos y blancos, que había ganado mayor prestigio con el pasar del tiempo.
Según la leyenda recogida por el proto-historiador del Reino de Quito, el padre Juan de Velasco, Cantuña fue hijo de Hualca, quien habría ayudado a Rumiñahui a esconder los tesoros de Quito para librarlos de la codicia hispana. Urgido alguna vez para que revelase el secreto de los bienes que gastaba con prodigalidad a pesar de ser solo un indígena, Cantuña dijo que había hecho pacto con el diablo. Acaso para redimirse de tal pacto, Cantuña colaboró con mucho dinero de su bolsillo para ver la capilla finalizada y que desde entonces lleva su nombre.
Piezas de arte[]
Siendo la cuna misma de la afamada Escuela quiteña de arte, a la que vio nacer y desarrollarse entre sus paredes, el conjunto de San Francisco es, sin duda alguna, la mayor galería de este movimiento artístico. Cuenta con más de 3.500 objetos que abarcan un período entre los siglos XVI al XVIII.
Entre las esculturas más reconocidas que alberga el conjunto de San Francisco, tenemos:
Escultura | Artista | Época |
---|---|---|
El Bautismo del Señor | Diego de Robles | siglo XVI |
Jesús del Gran Poder | Padre Carlos | siglo XVI |
Traición de Judas | Pampite | siglo XVII |
Virgen de Quito | Bernardo de Legarda | siglo XVIII |
El Calvario | Bernardo de Legarda | siglo XVIII |
San Pedro de Alcántara | Caspicara | siglo XVIII |
La impresión de las llagas de San Francisco | Caspicara | siglo XVIII |
Tránsito de la Virgen | Caspicara | siglo XVIII |
Virgen del Carmen | Caspicara | siglo XVIII |
San José | Caspicara | siglo XVIII |
El conjunto monacal y clerical de San Francisco es, además, una enorme pinacoteca en la que se exhiben docenas de pinturas de famosos pintores quiteños y europeos; pero su principal atractivo radica en las obras pertenecientes a la Escuela Quiteña de arte, estilo que nació en los patios de este convento, y cuya fama trascendió las fronteras y hoy se encuentra en importantes museos de todo el mundo.
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